Os propongo la lectura del artículo de José Cervera en El diario.es que nos servirá de ejemplo para ver la deformación de la realidad y la falta de rigor de muchos medios de comunicación.
La prensa española y Madrid 2020; pecado mortal de omisión
Con escasas pero honrosas excepciones, la prensa no ha
contado lo que pasaba, sino lo que quería que pasara: la definición de la
propaganda
(Pulsa sobre la imagen para agrandarla)
El fracaso de la candidatura olímpica de Madrid 2020 puede
leerse como el fracaso del modelo de gobierno español; tal vez la puntilla para
una clase dirigente social, política, económica y mediática con orígenes en la
Transición. Pero si el que Madrid no haya conseguido ser sede olímpica en su
cuarto intento puede poner en cuestión las motivaciones y mecanismos de la
élite empresarial y política, en el caso de la prensa la duda es mucho más
grave. Porque el desastre afecta a la esencia misma de lo que es el periodismo
y el papel social de los medios.
En efecto, ¿para qué sirve la prensa? ¿Debe ser un reflejo
fiel de la realidad, o debe recoger y amplificar las esperanzas y sueños de la
sociedad a la que sirve? Si los medios se limitan a transmitir lo que ocurre
sin voluntad de mejora, pueden caer en la frialdad y el desapego; si se dejan
llevar por la pasión y abandonan la realidad por el activismo, dejan de ser
testigos para convertirse en activistas, o peor aún; en forofos.
Si esta tercera candidatura democrática de Madrid a los
Juegos ha desnudado un modelo de política y de desarrollo económico, a la
prensa la ha dejado hecha astillas. Y no hablamos de opinión, ese campo donde
cada columnista y cabecera debe aguantar su propia vela y justificar lo que
opinó, sino de información: de lo que se supone es el meollo del periodismo, la
razón de su existencia.
En general, los medios españoles han funcionado como
partidarios y no como críticos, como parte y no como analistas. Se han sumado
al discurso oficial y han arrimado el hombro intentando vender un proyecto en
lugar de informar sobre el mismo. El resultado ha sido una mezcla tóxica de
informaciones sesgadas hacia el discurso oficial con clara intención propagandística
y, lo más grave, estratégicos silencios que dejaban de lado los defectos de la
candidatura y las realidades de la competencia. Este cóctel torticero ha
confundido a la ciudadanía haciendo que la realidad nos pillara por sorpresa.
Con escasas pero honrosas excepciones, la prensa no ha contado lo que pasaba,
sino lo que quería que pasara: la definición de la propaganda.
Y así hemos visto a los medios dedicarse a repetir las
cifras que daba la candidatura oficial, sin cuestionarlas ni comprobarlas: 91%
de aprobación por la ciudadanía, 96% fuera de Madrid; 350.000 puestos de
trabajo a crear; menos de 1.700 millones de euros de inversión; 80% de las
infraestructuras terminadas. Periódicos de uno y otro signo político, los unos
por cercanía ideológica, los otros por mal entendido patriotismo, han actuado
como propagandistas en el sentido estricto. Muchos medios digitales se han
limitado a publicar de modo automático los comunicados de prensa de la
candidatura repartidos vía Efe; una abdicación completa de su tarea como
localizadores, validadores y jerarquizadores de la información.
Lo peor del caso es que algunas pistas permiten sospechar
que los medios, o al menos los periodistas, conocían la verdad; que sabían de
la falsedad de ciertos datos, que sospechaban de la veracidad de según qué
declaraciones. No hablamos de los 50 votos amarrados según El Mundo que para
otros pueden
haber costado los Juegos a Madrid, sino de las cifras presuntamenteobjetivas.
Así en algunos artículos de El País se citaban 50.000 puestos de trabajo a
crear, en lugar de los 300.000 oficiales. Pero cuando estas cifras contrarias a
la versión oficial aparecían era en
el último párrafo de una larga información, y sin ser destacadas, ni respaldadas.
Escondidas.
Los ejemplos de flagrante forofismo son demasiados y
demasiado obvios, aunque alguno ha rozado el ridículo; las
alabanzas de La Razón al discurso de la alcaldesa Ana Botella
–"la sorpresa agradable provino de Ana Botella, natural, inglés fluido, y
relajada"– están ya en el museo de la infamia informativa. No son estos
flagrantes intentos de tergiversación lo más preocupante; tal vez el mayor
fallo del sector medios español no haya sido un pecado de acción, sino de
omisión. Lo peor no era lo que decían los periódicos, sino lo que no decían.
Como ya hemos comentado, las cifras no se cuestionaban, o
cuando se ponían en duda era de modo casi subrepticio; los números se
consideraban sagrados. Pero además hubo otras clamorosas ausencias. Así
brillaron por su ausencia cuestiones clave como las consecuencias que podía
tener la política antidopaje del Gobierno español, y la vinculación de personas
relacionadas con casos de doping con candidaturas anteriores y con el partido
en el poder; la proximidad personal de algunas de las candidaturas precedentes con
implicados en casos de corrupción como el Caso Nóos (y con delegados
presentes en Buenos Aires como Rita Barberá); el posible efecto del caso Madrid
Arena tanto en las deliberaciones del COI (era una de las sedes olímpicas) como
en los costes previstos; la falta de análisis críticos de la oferta propia y de
las ventajas de las ofertas competidoras...
Como en otros casos de flagrante fracaso de la función
periodística como la Guerra de Irak o la crisis financiera, lo peor no ha sido
el fanatismo forofo de algunos, sino el silencio de todos a la hora de hacer
preguntas importantes. La propaganda puede equilibrarse con la verdad, pero
triunfa si enfrente no hay más que silencio. Algunos medios mantuvieron una
posición crítica y cuestionaron las cifras y los mensajes de la candidatura,
pero en conjunto la prensa fracasó. Y si malos fueron los mensajes torticeros
de algunos, peor ha resultado el silencio de muchos. E insuficiente la crítica
del puñado que ha osado ir contracorriente. Ojalá que esto sirva para que
descubramos lo mucho que necesitamos a esos pepitos grillos; para que estas
cosas no vuelvan a pillarnos por sorpresa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario